viernes, 30 de septiembre de 2011

El pobre de la puerta de mi oficina.



"Todo hombre es cualquier hombre en potencia".

El Paseante.

Soy extremadamente compasivo, desde muy pequeño, siempre me pongo de parte del más débil, prefiero sufrir yo, lo llevo mejor que ver sufrir a los demás, creo que es algo que me han inculcado mis padres desde pequeño, los dos son igualmente muy compasivos, aunque a juzgar por lo temprano que comencé a serlo yo, creo más bien que se trata de algo incorporado ya a la carga genética más que algo aprendido, porque mis abuelos eran igual, y seguramente mis ancestros más remotos lo fueran.

Mi abuelo materno siempre decía, según me cuenta mi madre, que nadie pide por necesidad y que siempre que se ve a alguien pidiendo se le debe dar una limosna, yo cuando salgo a desayunar a media mañana no puedo parar de dar limosnas, trabajo en la Puerta del Sol y todo el centro está lleno de mendigos, cualquiera de ellos me da pena, cada cual por un motivo concreto, uno porque es joven, otro porque es mayor, el otro porque tiene un perrito o un gatito, o varios, el otro porque tiene alguna discapacidad, el otro porque es gitano, el de más allá porque es inmigrante, y así con todos.

Me tocan especialmente el corazón las mujeres con bebés en los brazos y los que llevan animalitos, en ambos casos porque me parece que tanto los niños como los animales están especialmente desprotegidos, los adultos al fin y al cabo se pueden defender por sí mismos de una u otra manera aunque sea en una ciudad tan dura como es Madrid.

A la puerta de mi oficina se coloca cada mañana uno que me toca especialmente el corazón, lleva con él un perro y un gato, los podéis ver en la foto, tanto el perro como el gato están en un estado perfecto, se les ve además tranquilos y felices, hacen el perro y el gato una pareja en perfecta armonía, el mendigo es un chico joven que parece extranjero, yo diría que por el aspecto y la forma de hablar podría ser irlandés.

Es educadísimo, simpático, va perfectamente aseado, sonríe siempre.

Cuando se va coge al gato y se lo sube a un hombro, recoge sus pocas pertenencias y con el perro al lado sigue su camino.

Hoy al darle la limosna diaria he hecho esta foto, pidiéndole permiso, por supuesto, él me ha dicho que sí con una sonrisa amable y se ha retirado un poco.

Hoy me he fijado que le falta medio brazo izquierdo y el corazón se me ha encogido.

Pero parece feliz él y parecen felices su perro y su gato.

Seguramente la vida le ha llevado hasta ahí, si hubiera podido elegir, si hubiera tenido oprtunidades ahí no estaría, seguro.

Por eso es tan importante fomentar la igualdad de oportunidades y las garantías sociales en situaciones de necesidad, para conseguir una sociedad más justa y feliz, y más igualitaria.

El paseante.
30 de septiembre de 2011.



(entrada en construcción)

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