miércoles, 28 de septiembre de 2011

Ser un icono: María Callas.



Nadie como yo.

¿Tengo que ser humilde?

¿Puede una diosa ser humilde?

¿Fueron acaso humildes Afrodita, Hera, Palas Atenea?

No lo sé, no lo creo.

¿Corresponde ser humilde a quién por su propia naturaleza es la antítesis de la humildad?

Pienso que no.

Ni siquiera me lo he planteado jamás.

Me muevo en otra dimensión, en las alturas de un firmamento del cual soy la más alta estrella, la más luminosa, la más grande, y más que una estrella soy el sol, el sol que iluminó e iluminará por siempre el mundo del bel canto.

La mejor Tosca, por supuesto, la mejor Rossina, la mejor Mimí, la mejor Carmen, la mejor Violeta, la mejor, la mejor, la mejor...

Ni la Freni, ni la Sutherland, ni la Tebaldi, ni la Caballé, ninguna como yo, claro.

La favorita de los directores de orquesta, la favorita de los directores de escena, la favorita de los primeros teatros de ópera de todo el mundo.

La favorita del público, la única, la indiscutible, la irrepetible, la genial, la Callas.

Reino y reinaré por siempre, nunca jamás tendré rival, quedo en la historia como la luz que dió vida nueva a la Ópera, que la elevó, la difundió, la humanizó.

Y un buen día caí, un día me habían abandonado, perdí el favor de todos y me dejaron marchar, y sin su amor no fuí capaz de vivir.

La mejor Tosca, sí, y tanto en el escenario como en la vida... Tosca era mi papel... aún recuerdo esa noche en la Scala...

¿Ha tenido alguien alguna vez 45 minutos ininterrumpidos de ovación?

¿Ha tenido alguien alguna vez que salir a saludar al escenario 17 veces seguidas?

Lo pregunto.

El regidor me pidió parar la representación, si al poco de comenzar había sucedido aquello la función no iba a poder avanzar.

Me negué, yo era la Callas.

El público estaba fuera de si, me miraba enamorado, podía sentir su pasión sobre mí.

Aquella noche fuí inmortal.

Y ahora díganme, ¿debo ser humilde?

Sería como pedirle al sol que apagara su luz o a la luna su reflejo, sería pedirle al mundo que dejase de girar, que parasen las mareas y toda la creación cesara.

Y mi voz hoy como siempre seguirá haciendo temblar las estrellas del firmamento cada noche, para que su fulgor no se apague jamás y dure por siempre.

Texto: María Callas interpretada por José Ramón Carballo. Septiembre 2011.

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