viernes, 18 de noviembre de 2011

El gato y la melancolía.


Y al llegar a casa cada noche me espera mi gato...

Me mira , maulla, me sonríe, ¿sonríen los gatos?, sí, sonríen con el alma, cuando me recuesto en la cama se viene a mi lado y se recuesta entre mis piernas, apoya su cabeza sobre mí, apoya su ternura sobre mí, y se duerme, y a veces me duermo yo también, y va pasando el día por mi cabeza, todo lo sucedido, y no sé si lo estoy pensando o soñando, de pronto pienso cosas absurdas, impensables, y de pronto sueño cosas pensadas, impensables en un sueño, el sueño de repente se vuelve absurdo, el sueño es el lado surrealista del pensamiento, sólo en el sueño somos nosotros mismos de verdad, y el gato va soñando conmigo, a la par, y a veces nos intercambiamos los sueños, lo noto porque es entonces, cuando sueño el sueño del gato cuando soy más feliz, me inunda una paz verdadera, una paz que no puede ser nunca del hombre, que es sólo de gato, que es como la sombra de su espíritu, la paz, la paz de la ausencia de pensamiento, la paz de la vida tranquila pegada al brasero, al platillo de leche, a la mosca que vuela y al sol de la mañana.

Y me voy persiguiendo una mosca, lanzádole la zarpa por ver si la alcanzo, y, cosa impensable siendo hombre, la alcanzo porque soy gato en el sueño, y celebro mi triunfo comiéndomela, y me voy a mi rincón favorito, al rincón favorito del gato, detrás de la puerta del baño, junto al radiador, y me acuesto a dormir estirado, inmenso, como un tigre satisfecho después de la caza, y soy feliz.

¿Soñará el gato con una vida de hombre? Tal vez, se despertará y se irá a la oficina, me imagino al gato de funcionario, no entendería nada el pobre, ¿a quién iba a cazar?, en la oficina no hay ni moscas, pobre vida, vaya vida que iba a tener, mejor que no sueñe ser yo, que se quede de gato incluso en el sueño.

La ternura del ronroneo del gato, la ternura del runrún de la calefacción, la ternura del hogar, vuelvo al hogar cada atardecer a reencontrarme con el niño que volvía del colegio y le esperaba el beso de su madre y el pan con chocolate, el pan con chocolate de la dulce infancia, de la cándida adolescencia, el pan con chocolate del amor maternal.

el paseante

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