sábado, 19 de noviembre de 2011

El pan con chocolate y el amor de madre.



¿Recordáis el pan con chocolate? ¿Recordáis el amor de madre? ¿Los recreos del colegio, la cartera, el plumier, el tinteros y los plumines de la caligrafía, el sacapuntas, el compás, la brújula, el reloj de la comunión?

¿Recordáis algo de todo eso aún?

El paseante se acuerda de todo, sobre todo de las aburridas horas de clase en las que todo se aprendía a la fuerza, para olvidarlo rápidamente, se estudiaba sólo para los exámenes, luego de más mayor recuerdo algún que otro buen profesor que desrrollaba en los alumnos la curiosidad y el amor por la asignatura.

Y al volver a casa estaba mamá y el pan con chocolate, y el amor de madre, eso era lo mejor, paño de lágrimas, puerto seguro, confidente fiel, psicóloga de cabecera.

La madre, lo más grande, lo primero, el ancla de nuestro vagar por el mundo, la sufrida y paciente madre que siempre espera sólo la felicidad del hijo, porque sólo se siente feliz dando felicidad al hijo.

Y detrás de la madre la mujer, lo femenino, lo íntimo, la comprensión, la ayuda, el amor, detrás de la madre el hogar, la madre creadora del mundo conocido del hijo, procreadora, cocreadora junto con Dios del hombre.

Amor de madre, deberíamos tatuárnoslo en el brazo como los legionarios, para no olvidar nunca lo que nuestras madres han hecho por todos nosotros.

Gracias a ellas somos lo que somos.

Sirva esto de homenaje a mi madre que es la mejor madre.

Otro día hablaré del padre, por supuesto, pero hoy tocaba hablar de la madre.

Te quiero mamá.

Besos,

el paseante

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