sábado, 19 de noviembre de 2011

Mañana elecciones.



He escogido una imagen del joven Disraeli, el político favorito de la reina Victoria, Gladstone y él se turnaban en el poder en la Inglaterra victoriana, el pobre Disraeli tenía todo en contra desde el principio, era una especie de advenedizo y encima judío, sin embargo pronto conquistó la simpatía de la reina y se convirtió en su más preciado confidente.

André Maurois escribió una magnífica biografía de este magnífico político, una rara avis de la política de la época, original, rompedor, disparatado, genial.

¡Qué tiempos y qué políticos! Un lujo.

Bueno, ahora no tenemos ni a la reina Victoria, ni a Disraeli, ni siquiera a Gladstone.

Uno mira a nuestros políticos y se deprime, me gustaría ser capaz de sentir algún tipo de emoción por alguno de ellos, ni negativo, ni positivo, no me provocan nada, algunos me parecen caricaturas de políticos, como salidos de un chiste de Forges, torpe ambición, afán de poder, ansias de estatus, ganas de dinero.

¿Hay alguna idea? ¿Algún pensamiento dentro de esas cabezas?

Si la hay no la transmiten, no son capaces sino de hablar por hablar, de deambular por un vacío que abruma.

¿Tenemos los políticos que nos merecemos? Seguramente algunos que son como ellos tienen los políticos que se merecen, pero somos muchos los que pensamos que todo este tinglado es muy mejorable.

Criticar a los políticos es fácil suele decirse, pero por qué será que son tan criticados, pensemos en eso y actuemos en consecuencia.

La democracia, supremo bien, ha sido llevada a un callejón de difícil salida por los políticos, parecen ser sus mayores enemigos.

Jornada de reflexión con las plazas de las ciudades llenas de disidentes de esta democracia secuestrada, creo que es algo que debe hacer pensar.

Y ahora, venga quién venga a pagar las consecuencias de sus manirrotas y utópicas políticas, de sus avariciosas políticas de favoritismos y botín de lo público, lo público, de lo cual se han apropiado, patrimonializando en sistema, las instituciones, el dinero público, cuando lo público debería ser de todos y estar pensado para el bien común y no para su beneficio de casta.

Política, política, política...

¿Hasta cuando durará esta ficción?

Un abrazo,

el paseante

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