jueves, 29 de diciembre de 2011

El reloj de la Puerta del Sol escribe sobre el paseante.


Paseante, paseante, me fascinas, escriben sobre ti hasta los relojes, ¿cómo lo consigues?, yo creo que tienes poderes, hablas con la navidad, con la luna, con las montañas, los ríos te susurran canciones de amor, y las mareas te mecen en el sueño como en una cuna que se balanceara al son de la luz de la luna.
Paseante me fascinas, vivo enamorado de ti.
Y ahora me pregunto qué va a decir el reloj de la Puerta del Sol de ti, con lo callado que parece, todo de cristal, hierro y piedra, allá arriba subido, dando siempre las horas con una precisión suiza, qué dirá de ti me pregunto y no obtengo respuesta.
Hacer hablar a un reloj es como mover una montaña, algo imposible.
Pero seguro que si el reloj no va a ti, tú irás al reloj y le harás hablar, seguro...
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Hola paseante, soy el reloj de la Puerta del Sol, y soy seguidor de tu blog desde su fundación, admiro todo en él, estoy enamorado del blog de el paseante, pero es una historia de amor imposible, yo soy un reloj y él es un blog, no sólo somos de especies diferentes, es que además somos cosas, yo cosa material, y él cosa cibernética, y es que además somos del mismo sexo, masculino para más señas, el reloj y el blog, el blog y el reloj, tanto monta, monta tanto, imposible, aún no se han legalizado las uniones entre blogs y relojes, habrá que esperar, por otra parte me pregunto cómo se hace el amor con un blog, y también me pregunto, claro, cómo puede hacer el amor un reloj, a estas alturas y aún soy virgen, y es que me siento como petrificado, encorsetado entre el discurrir de las horas, esclavo del tiempo, sin poder salir de él, sin libertad, sólo a través de mi visión desde la altura del discurrir de la vida en la Puerta del Sol participo como observador siquiera del espectáculo de la vida, pero no puedo bajar de mi torre y dar un paseo, entrar a La Mallorquina a comprarme una Napolitana de chocolate, o tomarme un sandwich en Rodilla, o un simple bocata en el Pans&Company, una pena, y cuando inauguren la tienda de Apple no podré probar el nuevo iphone, nada, quise solidarizarme con el 15 M y ni moverme un milímetro pude, pero mi corazón estuvo con ellos, es más, yo creo que mi corazón se fue con ellos, nunca podré morirme, mi corazón no lo tengo aquí...
Bueno, perdón por la digresión pero son cosas que me preocupan, como digo, me fascina el blog de el paseante, y además conozco a el paseante desde niño, cuando comenzó a tomar las uvas delante del televisor con su pantaloncito corto de estar por casa, su flequillo y ese osito de peluche que siempre llevaba consigo a todas partes, recuerdo ver su mirada ilusionada fija en mí como hipnotizada, miraba tan fijamente mi esfera iluminada como una luna en el fondo de la noche, miraba la hora que yo marcaba, incomprensible aún para él, escuchaba mis campanadas fascinado como si fueran las campanas de la catedral del cielo que el mismo Dios hiciera sonar, el niño ponía delante de mí cada año toda su ilusión por el año nuevo y le pedía cosas al año que comenzaba, al principio juguetes, luego, bicicletas, más tarde juegos, más adelante pedía libros, luego cambió, y en lugar de pedir cosas comenzó a pedir amor, sólo amor, y ahora últimamente no me pide más que salud, sólo salud.
Pero siempre la misma mirada, siempre la misma ilusión, siempre las mismas ganas de creer en algo, de creer en mí, de creer en el futuro.
Y se comía siempre todas las uvas cuando era niño, y apenas podía tragarlas todas llenas de pepitas, igual le pasa ahora, como cada año el paseante sigue siendo el mismo delante de mí, con su cuenquito de cristal, el mismo cuenquito de siempre, lleno con doce uvas, ni una más ni una menos, y la de veces que las cuenta, cuando llega la hora se pone de pie, me mira embelesado, igual que toda la familia y comienza a comer apenas suenan los cuartos, sus padres siempre le dicen que todavía no empieze pero él no hace caso y aún así siempre acaba el último, y apenas llega al brindis siempre con retraso, y con la sidra El Gaitero acaba de tragarse las últimas uvas a duras penas.
Paseante, te estoy esperando un año más, y como cada año prométeme que tú disfrutarás de la vida por mí el próximo año también, que tú recorrerás los caminos, contarás las estrellas como si fueran uvas y leerás bellos poemas de amor por mí, paseante, prométemelo un año más, lo necesito.
Te quiere,
El reloj de la Puerta del Sol

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