jueves, 29 de marzo de 2012

Tótem y tabú.


Los instintos más poderosos son el instinto de vida y el instinto sexual. Según Freud el primer temor fue el temor al sexo, debido al tabú que prohibía a los hombres tener relaciones con las mujeres, pues este derecho estaba reservado al padrote de la horda o de la tribu.
El tabú convirtió al sexo en algo mágico, prohibido y peligroso. El quebrantamiento del tabú era castigado con la muerte.
El tabú se ha mantenido a lo largo de la historia a través de las religiones, hasta el punto de llegar a considerar el cuerpo humano como impuro y pecaminoso. Esta concepción condujo a la represión brutal del instinto sexual por medio de castigos y flagelaciones.
La conducta sexual estaba controlada por el temor sagrado, por el tabú, por el tótem convertido posteriormente en dios. La imagen del dios omnipotente vigilaba celosamente el tabú. Esta imagen ha controlado, a través del temor, la vida sexual del ser humano; de modo que el Dios del Evangelio, hecho de bondad y de amor, aún está por llegar y no llegará hasta que el hombre supere el tabú. Para superar el tabú es necesario avanzar en el desarrollo de los valores superiores y liberarse de muchas actitudes mentales negativas.
Esta situación ha hecho que el ser humano perciba el sexo como una fuerza peligrosa que puede escapar a su control o ser causa de sufrimiento, culpas y castigo.
Las religiones no son instituciones venidas de otros planetas; están formadas por personas del pueblo, con los defectos del pueblo; por tanto, todos somos arte y parte de todas formas de represión, que son muchas, entre ellas, de la represión sexual.
El instinto sexual es vital y poderoso, tiene como función el garantizar la supervivencia de la especie y sacar al hombre de sí e impulsarlo a relacionarse, a crecer, a la amistad, al amor.
La evolución ha sido posible porque el hombre ha aprendido a controlar en forma inteligente las fuerzas instintivas y a sublimarlas, orientándolas en función del desarrollo de capacidades superiores ( intelectuales, afectivas y espirituales).
Sin el instinto sexual no fuera tan fuerte, nadie cargaría con la responsabilidad de mantener y educar a unos hijos.
El instinto sexual es una fuerza que necesita expresarse de alguna forma. La represión no elimina el impulso sino que lo desvía hacia otras formas de conducta conflictiva.
Pero la libertad sexual tampoco ha resuelto el problema. La única solución inteligente está en liberarlo en forma positiva. Esta liberación constructiva se da cuando la persona tiene un proyecto valioso de vida y su acción está motivada por valores de desarrollo y no por temores o frustración.
A medida que la persona se desarrolla, los intereses superiores absorben las energías de los instintos y entonces estos pierden su virulencia salvaje para transformarse en energía constructora de la personalidad. De este modo, el instinto sexual, en vez de buscar su propia satisfacción, se transforma en fuerza de expansión del yo ( relación humana, tolerancia, comprensión, bondad, sabiduría, espíritu de superación, etc). Y puede darse el caso de seres superados en los cuales el instinto sexual, como impulso salvaje, quede relegado, como un simple recuerdo del pasado. Los seres humanos evolucionados están por encima de los instintos.
En muchos países se han liberado del tabú sexual, con el fin de suprimir la angustia y la culpa. Esta situación le ha quitado al sexo el misterio, el encanto y la intimidad. Ahora la relación sexual es un acto más de la vida.

Concepción Arizmendi
Psicóloga

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