miércoles, 9 de mayo de 2012

El cuadro de la semana. Tañedor de laúd. Caravaggio.


No es una mujer, la semana pasada un amigo mío publicó una entrada en su blog contra mí, y como no me citaba directamente puso esta imagen con el siguiente título:
CARAVAGGIO: MUJER CON LAUD.
Así, en mayúsculas.
Dada la similitud con mi apellido imagino que quiso llamarme "mujer", haciendo seguramente una referencia velada, o no tan velada, a mi sexualidad, seguramente intentando discriminarme por ello.
Para ello cambió el nombre al cuadro, y cambió el sexo al tañedor.
Como si cambiar el sexo a alguien fuera tan fácil.
El que toca el laúd es un chico, un efebo, delicado y bello, angelical, de los que inspiraban pinturas tan bellas al genial Caravaggio.
Pero pasemos al cuadro.
Me ha venido fenomenal recordar, gracias a esta anécdota, este cuadro tan excepcionalmente bello, no sabía qué pintura poner esta semana y he aquí que la providencia me ha traído la inspiración.
Por cierto, que mi amigo para mí sigue y seguirá siendo mi amigo siempre, que lo considero sólo una rabieta, y que el que esté libre de culpa que tire la primera piedra...
Te perdono querido amigo.
Vuelvo al cuadro.
Se trata de una pintura alegórica de la música, muy de moda en el periodo barroco al que pertenece el cuadro, las alegorías de las bellas artes estaban muy de moda en pintura por aquel entonces, Tiziano es otro buen ejemplo de ello.
El gesto delicado, la armonía de la composición que mezcla retrato y bodegón, con el laúd tan tierna y delicadamente cogido por las delicadas manos del muchacho, las flores, las frutas, la partitura de música, el violín sobre la mesa apoyado, el tocado que pende de la cabellera del hermoso joven, su pecho desnudo, la gracia de su gesto, su dulce mirada, sus labios carnosos y sensuales de un rojo carmesí.
Todo hace que nos transportemos a una especie de éxtasis que se deleita en la vida y en el espíritu paralelamente, como una concéntrica espiral de belleza que nos hace elevarnos a la gloria de la dicha eterna que no es sino la contemplación de la belleza, de la verdadera belleza, y del amor de Dios, su última materialización en el reino de lo espiritual.
Divino efebo, te miro y me miras, y en tu mirada contemplo toda la belleza del amor.

Muchos besos a todos y especialmente a mi amigo,

el paseante magnánimo

No hay comentarios:

Publicar un comentario