jueves, 16 de mayo de 2013

La muerte y yo.


La muerte y yo
Supongo que ésta es la semana de la muerte en el blog, ¿os imagináis que siempre hablara ya sobre la muerte?, se convertiría en el blog de la muerte, menudo panorama, los blogs no son sobre la muerte, son sobre la vida, esto no puede continuar más allá de esta semana, pero sin embargo la muerte es algo muy presente a lo largo de nuestras vidas hasta el final, y en ese final especialmente, claro, hoy estoy supergracioso, me lo noto.
La muerte no hace mucha gracia a nadie, por eso se tapa, no se habla de ella, se la saca por la puerta de atrás, en cuanto a la muerte y a mí he de decir que nos conocemos desde hace mucho tiempo, todo empezó de muy niño, yo no conocí a mi abuelo paterno, había muerto cuando mi padre era adolescente, noté desde el principio ese vacío, en mi abuela, en mi padre, en mi tía, le tenían absolutamente idealizado, a mí me hubiera gustado conocerle, fue la gran ausencia de mi infancia pero yo entonces era incapaz de comprender a qué se debía esa ausencia.
La siguiente ocasión en que me topé con la muerte fue en el colegio, un compañero de curso murió en una excursión, se precipitó desde lo alto de una rocas, eso dijeron, más adelante murieron mis abuelos maternos, eso me hizo ponerme frente a frente con el dolor de mi madre, su desconsuelo, su afán porque no se le notara ante nosotros, sus hijos, yo no sabía qué hacer, ya era adolescente pero aquello me dejaba mudo, me dolía ya como una pérdida propia, la de mis abuelos, y por el desconsuelo inmenso que notaba en mi madre.
Cuando tenía 22 años murió mi abuela paterna a la que siempre había estado muy unido, fue para mí como una segunda madre, influyó tremendamente en mi forma de ser y ver la vida, la adoraba, y ella a mí, ella fue la primera persona muerta que vi, estaba como dormida, recuerdo que sentí no haber estado con ella en esos momentos finales, siempre habíamos estado tan unidos…
Años más tarde moriría la hermana mayor de mi madre, recuerdo haber contemplado como mis primos se enfrentaban a la enfermedad, el sufrimiento y la pérdida inexorable de su madre y cómo clamaban ante lo que para ellos era la máxima injusticia, la muerte de una madre.
Después hay un paréntesis sin muertes, o con muertes más lejanas, que no tenían el mismo efecto sobre mí, la muerte entonces pasaba de perfil, era una noticia, poco más.
Mi gran reencuentro con la muerte se produjo recientemente, murió de forma muy rápida e imprevista mi tío Pedro, he de reconocer que noté que algo había cambiado dentro de mí, pasé a considerar que mi tío en realidad no se había ido, que seguía junto a mí, que le llevaba dentro de mí, conmigo para siempre, formaba una parte de mí igual que mis abuelos y mi tía, ellos eran ya yo.
Y además empecé a tener una visión más intensamente religiosa de la muerte como un tránsito que es a la vez un comienzo, la fe en Dios he de reconocer que desde siempre me ha ayudado mucho.
Muy recientemente murió mi tía Pilar, la otra hermana de mi madre, y aparte del propio dolor volví a enfrentarme al dolor de mi madre pero ya si fui capaz de comprender y de ayudarla mucho más a sobrellevarlo.
Y por último recordar la muerte de mi amiga Gloria, mi amiga desde hacía 30 años, que murió joven, cuando alguien muere joven además de dolor  se siente rabia, es tan injusto, apenas tuvo tiempo de vivir…
Y esto es todo, bueno, no, hay más, mucho más, se han ido muriendo mis mascotas, mis gatitos queridos, para mí como hijos, y el corazón se me ha ido partiendo, a través de ellos me he ido acercando al misterio de la muerte de una manera muy intensa porque ellos eran una parte muy íntima y secreta de mí, y con ellos me he ido muriendo también yo en cierta medida y para siempre.
Nada más, apenas nada más por ahora, pero habrá más, mucho más, hasta llegar un día a la muerte propia que a veces trato de imaginar.
El paseante

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